Desnudez y Naturaleza

Zuniga, Francisco «India Desnuda»

Seguramente no soy el único a quien el calor de Puerto Rico ha tentado más de una vez a quitarse la ropa en cualquier lugar. Claro, el elemento disuasivo principal, más que la amenaza policial de las leyes contra el exhibicionismo, es imaginar las miradas atónitas, y certeras risas, de cuanto conciudadano vea mi desesperado despojo. Aún así, desnudos llegamos al mundo, desnudos estaremos cuando nos embalsamen, y más importante aún, desnudos se paseaban nuestros antecesores, pues dudo mucho que antepasados, los taínos. Y aunque Colón buscara desesperadamente gente vestida entre las islas caribeñas, añorando trazos de civilización avanzada, las indias andaban esnúas por los montes no porque no tuvieran idea de que podían vestirse, sino porque no necesitaban la ropa. Nada en su cultura o el clima de Puerto Rico les requería cubrirse. Llegan entonces a la isla los españoles con sus erecciones y tabúes, su ropa de tela y de metal. Más de una vez Colón elogió los cuerpos hermosos de indios varones y hembras, a los cuales veía más como parte de la fauna que como personas.

En el Génesis se asocia la conciencia de la desnudez con la pérdida de la inocencia. Sin embargo, si me atreviera a decir que los indios eran inocentes y su estado era más puro estaría cometiendo el mismo error de Colón, y ese error costó demasiadas vidas. La cultura material no es necesariamente la forma de juzgar lo avanzado de un pueblo. Curiosamente, el tema de la desnudez nos lleva a contradicciones, la inocencia del desnudo parece estar, en la tradición cristiana, ligada a su no-conciencia, el desnudo conciente se torna entonces indecente, pecaminoso. Aquí me veo forzado a entrar en la inevitable relación entre la desnudez y la sexualidad. Es claro que los humanos somos seres predominantemente visuales… O tal vez no. Ciertamente, nos orientamos visualmente y nos estimulamos visualmente. Pero he notado que hay otros sentidos que provocan respuestas fisiológicas más agudas. Es más fácil ver un cadáver que olerlo. No todos le tienen miedo a la simple presencia de una cucaracha, pero cualquiera que sienta unas patitas paseándose por su cuello mientras duerme se levantará de súbito y asustado. ¿Y qué decir de los misteriosos poderes del reggaetón, allí, en la disco donde todo está oscuro? Especulo que, de nuestros sentidos, la vista es el más adecuable culturalmente. Los europeos de los siglos pasados, donde las faldas llegaban debajo de los tobillos seguramente encontrarían muy estimulante ver una sensual pantorrilla femenina. Sin embargo, dudo que la vista de la desnudez de sus compañeras fuera una estimulación para los taínos. Viene a mi mente el debate que hubo hace algunos años sobre la lactancia en público, la ropa nos ha llevado a semejantes trivialidades.
Claro está, yo soy el primero que no voy a andar desnudo por ahí, me salvaguardo de la ignominia, y a mis conciudadanos del disgusto, socialmente condicionado, de tener que experimentar semenjante visión. La ropa no me molesta, en realidad puede ser un medio de expresión y es fundamental para el modo de vida que hemos desarrollado, tan intrínsecamente grabado en nosotros que determina nuestras respuestas fisiológicas (no olvidemos, el miedo a las cucarachas, que en algunos casos se convierte en pánico). Pero no se esclavicen, hagan todo a conciencia y sin obligaciones. La ropa más bella no tiene que ser la más cara ni la que más exhiba, aunque no hay nada de malo en mostrar lo hermoso. Respetemos lo bello en toda su relatividad.

Explore posts in the same categories: Lo "Serio", Pensar al Revés